Escribe: Gianfranco
Vigo
Cajamarca, 02 de
mayo de 2012
[1]Se dice que
el Virrey autoriza al Corregidor de Cajamarca Don Francisco de Espinoza para que
proceda a reconstruir San Pedro confiado en que realizará esta nueva obra usando
el mismo celo y cuidado con que asistió a la fábrica de San José. Es esta la
primera prueba documental que existe sobre la decisiva participación del
Corregidor Espinoza en la fábrica de esta iglesia, que como San Pedro,
constituía un anexo de la parroquia de San Antonio. Bueno es anotar que en el
caso de San José se trataba de una reedificación. Esta Parroquia desde antiguo,
tenía una estrecha capilla junto al río Racra que pasa por la ciudad, separando
el barrio indígena puesto bajo la advocación del Patriarca San José. Espinoza,
al llegar a Cajamarca, vio que la capilla mencionada era insuficiente para la
numerosa feligresía indígena, y entonces, habiéndose puesto de acuerdo con los
padres franciscanos, curas de la parroquia, solicitó al Virrey de Lima
autorización para construir nueva Iglesia en mejor lugar.
Para el efecto se consiguió que
la indígena llamada María Magdalena, viuda de Bernabé Ramos Chimucama, cambiara
su casa con el terreno ocupado antes por la antigua capilla, en condición de
otorgar a ella y sus descendientes sepultura en la nueva Iglesia. Doña Magdalena
firmó escritura ante el escribano público Don José Díaz de Velasco y Esparza el
día 27 de Julio de 1683, y dejó libre su casa para que el Corregidor procediera
a construir el Templo.
Espinoza, en posesión de la
licencia respectiva y con el celo religioso que lo caracterizaba, procedió sin
demora a los trabajos contando con la valiosa y decidida colaboración de los
vecinos del barrio. La construcción fue realizada con tanta celeridad que en el
plazo de 2 meses y 18 días se hallaba terminada. Así lo dice la placa
recordatoria que muestra la fachada sobre el vano central de entrada que, a la
letra reza en los términos siguientes: “Año de 1683, siendo Corregidor y
Teniente Capitán General el Maestre de Campo Don Francisco de Espinoza se hizo
esta iglesia de orden de Su Majestad y se ejecutó en 78 días para honor y gloria
de Dios Nuestro Señor”
La parroquia de San José, hasta
su secularización el 23 de Junio de 1757, estuvo administrada por los religiosos
de San Francisco y, por lo que parece siempre fue parroquia relativamente pobre.
Por una nota dirigida por su cura Don Dionisio Isidro de Burga al Subdelegado
Marqués de Guisa el 20 de Junio de 1787, sabemos que el único reglón fijo que
tenía esta doctrina era el sínodo real del que quedaban al cura 332 pesos. De
fiestas y misas de cofradías podían hacerse hasta 250 pesos. De obvenciones,
entierros, casamientos, bautismos 200 pesos todo sumaba la cantidad de 782 pesos
y 7 reales. El cura Burga agrega que no hay otro ramo ni para fábrica interior
de la Iglesia, y que la parroquia tiene dos ayudantes: Uno en las haciendas del
distrito y otro dentro de la Villa y la accesoria campiña
San José es el único templo de
adobes que subsiste de los muchos de este material que se construyeron en la
época. Eran estas iglesias de una sola nave, con techumbre de madera, tejado a
dos aguas prologando hacia adelante en el tejaroz de la fachada y campanario,
imitaban posiblemente el tipo de características iglesias de serranía
construidas en el Perú durante el siglo XVI y cuyo ejemplar representativo
podría ser La Merced de Ayacucho o San Gerónimo del Cuzco.